La cultura está enjaulada
Creo
que en toda obra existe una conexión con el autor. Como un hilo invisible que
los mantiene unidos, que los ata para siempre. Es más conocido como copyright
pero para mí es la historia, las emociones, el tiempo, los ideales que llevaron
a realizar la pieza y que tienen un paralelo inmediato con el artista. Inmediato
e infinito porque a pesar de que los años pasen y que las palabras, las
melodías, las tomas, los lienzos aumenten, se reproduzcan y se dispersen, el
hilo siempre está presente para indicar de dónde proviene.
Entonces
los derechos de autor son importantes, son como el DNI de la obra. Dicen de
dónde proviene y esto los acompañará para siempre. De todas formas esto no
siempre se respeta y queda truncado porque en ocasiones el autor pierde el control
sobre su obra: ella viajó tanto y alcanzó distancias que no había imaginado.
Como en todo viaje conoció gente, a nuevos autores, dramaturgos, cantantes,
pintores y también oportunistas. Estos jugaron con ella, la usaron y no le
dieron el merecido respeto a su origen, quisieron transformarla y darle un
nuevo nombre. Eso es lo que creo que sucede cuando el copyright no se respeta y
se comete plagio: el hilo se vuelve cada vez más transparente, pero nunca
desaparece completamente.
Yo
siento que el plagio es como meterse en el cuerpo de alguien más. Tomar su
piel, sus manos y sus ideas, tratar de volverse ese otro pero nunca lograrlo
realmente. No tiene relación alguna con la inspiración. A veces la vista se nos
nubla y no logramos divisar qué es qué, qué infringe y qué no, pero lo cierto
es que quien se inspira tiene respeto, quien plagia es un cobarde. Robar las
ideas de alguien más es falta de originalidad o de valor para admitir que no se
tiene vocación. Tal vez suene un poco rudo lo que digo pero siento que es
fundamental citar al creador de una obra, a fin de cuentas sin él la misma no
existiría.
De
todas formas creo que este hilo invisible va demasiado lejos con el hecho de
“todos los derechos reservados”. Más allá de lo importante que es especificar
al autor de la obra cuando se la nombra, creo que hay aspectos que los autores
no pueden controlar. Hay puntos donde la obra de arte encuentra amigos que se
identifican con ella, que la hacen parte de sí, y ahí el autor ya no puede
intervenir. Por ejemplo, me parece fundamental el tema de la difusión por
internet, hoy tema tan en boga, al parecer presenta inconvenientes cuando la
obra la sube alguien que no es el poseedor de los derechos de autor. Lo que no
entiendo es justamente ¿Cuál es el problema? Si lo importante son las ideas que
se transmiten, ¿Qué relevancia tiene que la obra se difunda por medio de
terceros? Creo que una vez que el libro se publicó, o el disco salió a la
venta, ya está, la pieza ahora es parte del uso público. Esto es lo que quería
decir con que hay un punto dónde el poder del autor es limitado, porque una vez
que la obra se dio a conocer se abre y diversifica por nuevas rutas en donde
puede dar a conocer su mensaje.
No
sé si lo que se persigue con las limitaciones de la ley de copyright son los
fines económicos o solo se mantienen firmes en el hecho de todos los derechos
reservados por una cuestión de orgullo, porque la obra la realizo uno sólo y
éste quiere poseer el control infinito sobre ella. Realmente ambas razones me
parecen absurdas y egoístas. Creo que cuando uno hace algo, ya sea una pieza
artística, científica o literaria, lo hace con el fin de transmitir una
emoción, de aportar algo al mundo. Sólo con
el hecho de haberlo hecho, de haber compartido con alguien lo que se
quería expresar, el fin está cumplido. No le encuentro sentido a la eterna
lucha posesiva de querer tener el control cuando todo es más claro y sencillo
si se deja fluir. Obviamente que los músicos, los científicos, los artistas,
todos aquellos que entran en la ley de derechos de autor tienen también
necesidades económicas, pero me parece que los derechos patrimoniales que
implica la ley de copyright son algo extremos. No se puede estar obteniendo
fondos eternamente por una obra, como tampoco se puede pretender ser el único
mediador entre ella y el mundo, sino el fin de hacer algo para transmitir una
idea queda opacado por la avaricia y la ambición.
No
quiero sonar como alguien que se niega a pagar por un disco y prefiere bajarlo
de internet o copiarlo de algún amigo, al contrario, me gustan más las cosas
originales. Pero me parece que cuando el autor ya publicó su obra, ésta ahora
pertenece también a aquellos que la sienten, la escuchan, se identifican y
ellos pueden hacer lo que quieran con ella: subirla a internet, fotocopiarla,
como así son libres de prestársela a quién quieran. Se puede hacer lo que se
antoje siempre que lo que llamo “hilo invisible” no desaparezca, siempre que la
obra sepa de dónde proviene.
Todo
esto que digo me hace pensar mucho en el copyleft, esta especie de corriente “robinhoodiana”
que trata de limitar los excesivos derechos del copyright para que el acceso a
las obras no tenga tantos obstáculos. Lo que trato de entender es por qué el
copyright domina si se mantiene firme como un mástil sujetando una bandera sin dejarla
volar, cuando el copyleft ofrece beneficios mucho mayores a nivel intelectual:
él es la bandera, se deja flamear por el viento y lo hace con conciencia. Tal
vez lo que decía antes de las razones materiales sea el motivo, tal vez los
artistas se han convertido en fríos contables que sólo piensan en números y han
olvidado por qué crearon esa obra en un comienzo. En el peor de los casos capaz
no le interese el mensaje que querían transmitir, esa pasión que en algún
momento tanto los movilizó, esa emoción que no los dejaba pensar. Si es así me
apena profundamente y me compadezco por ellos, por lo que ya no son.
Con
las limitaciones que posee, la ley termina figurándose como una barrera a la
información. Es como si de esta forma los derechos de autor fueran los barrotes
y dentro de la celda se encontrase un mundo de saberes, de historias
fantásticas, de cultura. Lo paradójico de la situación es que los que están
fuera de ella son los marginados, los que al no poseer la llave terminan ingresando por la ventana y así se
los configura como ladrones, como infractores del copyright. Es una historia
disparatada que ya viene generando revuelo. Es así como el Mash up Festival,
Creative Commons y otros movimientos copyleft buscan hacer una cultura
compartida en esta era tecnológica. Me parece y espero que no falte demasiado
para que más organizaciones del estilo ingresen en el mundo del copyleft y así se
logre una verdadera coparticipación en el acceso y en la creación de cultura
(porque una vez que se llega a la información también se obtiene una fuente de
inspiración que continúa la cadena de alimentación de la cultura).
El
mensaje es eso germinal, lo sustancial, las ideas, es lo importante al final.
El mensaje junto con el sentimiento que lo disparó y todo lo que lo constituye
hacen a los derechos de autor, son el copyright. Enfrentarse con la obra es
encontrarse con el autor. Es conocerse, identificarse, pensarse y es justamente
ahí donde se dilucida la importancia del origen y donde nace la inspiración.